En estos
días, en los que todos nos empeñamos en hacer resumen, balance del
año que se nos va, al mismo tiempo en que elaboramos listas con
propósitos para el que viene. Yo reivindico mi derecho a no
recordar, a no esperar nada. A ser más rio que nunca. Más agua
moldeable, torrencial y placida. Amenazante y terrible, fría y
cálida. Ser solo rio en el cauce de una vida que sabemos de antemano
donde desemboca, donde termina.
Me aferro a
mi derecho a vivir sin ser verbo. A ser yo sin emplear el pronombre,
a no emplear ningún adjetivo al hablar de mí. Reclamo mi derecho a
desaparecer para verme mejor. A no pensar más en ti para no ser
nunca más tú.
No renaceré
por que me niego a morir, ni voy a construir nada sobre las ruinas,
porque viviré entre ellas hasta hacerlas mi hogar. No voy a buscar
la felicidad, pues siempre estuvo dentro. Estuvo siempre tan cerca
que era incapaz de encontrarla.
Aprenderé a
soñar para estar más despierto a todo. Seré trueno cuando hable y
brisa mansa en mis silencios. No me buscare en los ojos de nadie y
solo me veré en el reflejo de la mirada de un niño que me llama: “
papá”, y consigue que ese sea mi único nombre verdadero.
Este año
seré rio, y llevare en mi a quien quiera navegar por mi torrente y
cauce. Y quien no quiera, que me deje pasar, que me olvide, que ya
nos veremos en el mar.
David.