RISAS.
No importan
los años que pasen ni los daños que acumule. No importa el tiempo ni el
espacio, ni credo ni condición. No hay calor ni frio, ni alegría ni tristeza
que pueda compararse con, aunque solo sean cinco segundos, oírte reír de nuevo.
Y que en esos cinco paupérrimos segundos, mi mirada se coma la tuya y, ni aun
eso, consiga apagar tu risa.
Gracias por
convertir tu risa en una sonrisa en mi rostro para el resto del día. Para lo
que queda de vida.
Sefarad.